Soñé que te buscaba y luego también soñé que te mataba. Después de desayunar pensé en llamarte, pero tuve miedo de que no cogieses tú el teléfono. El resto del día transcurrió fantasmal en mi habitación. Las horas fueron cayendo una a una, como yunques sobre mi cama. No supe separar la verdad de la mentira, ni lo irreal de lo físico, ni siquiera las facturas de las esquelas.
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